jueves, 5 de diciembre de 2013

Laurent Fignon y el origen de su desavenencia hacia los escarabajos

(Por Carlos A. Duarte) 

Su libro autobiográfico
Cuando se publicó el libro biográfico de Laurent Fignon Éramos jóvenes e inconscientes (2009) los principales medios en lengua española hicieron eco del episodio de la supuesta “compra” de la Vuelta a España de 1987 por parte del Café de Colombia al equipo Systeme U, consistente en que no atacaran en una etapa plana del final de la competencia, y de un impase con cocaína en la etapa final del Clásico RCN de 1986. Crudo y sucio oportunismo el de Fignon: ninguno de esos episodios tienen testigos que lo respalden. Cyrille Guimard su técnico lo negó todo: con 7 tours ganados como director, le sobraba prestigio para venderse al mejor postor. 

Decepcionante por su parte fue la actitud de los periodistas criollos que no buscaron entre el resto de páginas si había un episodio de los escarabajos menos espinoso de los que informaban las agencias europeas de noticias.


Pues bien, leyendo las versiones en español de su biografía y la de Guimard (“Metido en Carrera”, ambas editadas por Cultura Ciclista), se puede encontrar la génesis de la animadversión tan conocida de Fignon hacia los colombianos, que no es otra que la derrota en un sitio mítico (en el que todo gran campeón quiere ganar) por parte de un colombiano. El lugar: Alpe D’Huez; el año: 1984; su verdugo: Luis Herrera. Nunca más tuvo la oportunidad de triunfar allí, en la ascensión que suele definir el ganador del Tour cuando se incluye en el recorrido, y que fue inaugurada por Fausto Coppi. 



Pudiera pensarse en que Le professeur era un xenófobo, pero una serie de desgracias hostigaron su vida y forjaron un carácter tosco y agresivo. No fueron pocas ni graves:


- Su triunfo en el Tour de Francia de 1983 fue inesperado. Un viento a favor de Francia en ausencia del gran héroe Hinault por lesión. Pero también él planteaba un cambio y con ello un choque entre el grande en su mal momento y la promesa que emerge y triunfa. La tensión de un público dividido en dos figuras, a los 22 años no es fácil de llevar y menos cuando el contendor es un compañero que además es el jefe (ambos corrían en el equipo Renault). 

- Cuando salía a la conquista del mundo en 1984, en el Giro los organizadores y los italianos se ensañaron porque ganara un italiano: empujan del sillín a Franceso Moser –final ganador– en cuanta subida se quedaba. Y en la etapa final, una CRI de 38 kms, el helicóptero de la transmisión se acercaba tanto a Fignon que hacía que el viento resistiera su avance. Si dudan lo que pueden hacer las hélices de un aparto de estos en el avance de un ciclista pueden recordar lo vivido en la etapa final de la Vuelta a Burgos de este año: se mandó a la cuneta a 3 ciclistas.


- Después de ganar con autoridad el Tour de Francia de 1984 –Guimard reconoce que nunca antes uno de sus corredores lo había dominado de forma tan contundente– sufre una lesión en la rodilla que lo deja en muletas por varios meses. La temporada de 1985 es perdida y no volvería a ser el corredor de antes. 

- En 1989, cuando parecía retomar la senda triunfadora, un forúnculo que rozaba con el sillín y el manubrio Scott de Lemond lo acabaron moralmente: perdía el Tour de Francia por míseros 8 segundos, como nunca antes había sucedido. 

- Queriendo beber de la gloria que se escapaba de sus manos, se dejó ver una pájara monumental, de este mundo y el otro en el Passo Giau, durante el Giro de Italia de 1992. No se lo merecía. 



- Finalmente, cuando gozaba de una vida placentera en el ciclismo en la organización carreras y como comentarista, un fulminante cáncer lo llevó a la muerte en 25 meses. Se fue muy joven.  Si su vida ciclista se pudiera resumir en una frase sería “No fue quien se esperó que fuese”. 

Pero bien, volvamos al día en que no doblegó a Herrera. En la etapa anterior con final en La Ruchère –­Herrera fue segundo– Fignon se aupó al segundo lugar en la general (el vigente líder no tendría trascendencia alguna en el resultado final) y llevaba sobre Hinault –tercero– una ventana de 2’ 46”. El Alpe D’Huez entonces sería un momento decisivo para definir el Tour (de las últimas 8 etapas de aquel Tour, Fignon ganaría la mitad). 

En aquel Tour, Hinault cometió un sin número de errores: atacaba donde no debía a Fignon y quemaba sus energías en momentos no oportunos. Pues bien hizo eso poco antes del inicio de la subida del Alpe D’Huez. Fignon no se impacientó –como, por ejemplo, sí lo hizo Voeckler en 2011–, atacó en la subida para meterlet finalmente 2’ 55”. 

Antes del ataque de Laurent había saltado del grupo cabecero Lucho Herrera. Cuando Fignon pasó a Hinault ya Herrera estaba muy lejos. Guimard, que sabía mandar muy bien a sus corredores, con miedo de que Fignon se quemase como Hinault en una persecución que podría resultar infructuosa, le ordenó que no buscase la punta, que subiera a paso sostenido, y mantuviera a Hinault a una distancia de 30 metros. Lo quería quemar completo, como sucedió. 

Guimard lo recuerda así: 

“… tuve que enfriar un poco la fogosidad de Laurent, quien cada día podría haberse ido en solitario si hubiera querido. Incluso provoqué su enfado en la subida al Alpe d´Huez, porque cuando le di luz verde para eliminar definitivamente a Hinault el colombiano Luis Herrera ya había adquirido demasiada ventaja y le había arrebatado la victoria de etapa. Laurent nunca ganó el Alpe. Aquella espina la llevaría clavada toda su vida". 

La memoria de Fignon recuerda este episodio así: 

“En el momento en que Guimard me dijo ‘Venga, adelante”, ya era demasiado tarde para ganar la etapa. Herrera conservó suficiente ventaja, 49 segundos exactamente, y me privó de una prestigiosa victoria en el Alpe d’Huez. Aquella tarde me enfundaba, feliz, el maillot amarillo. Era mi objetivo. Pero ¿cómo podía imaginar entonces que nunca ganaría en la cima Alpe d’Huez? El exceso de prudencia de Guimard había puesto un timo. En el deporte, como en la vida, nunca hay que dejar pasar las oportunidades…”. 

Era su día de gloria, pero no fue completa. Herrera ya le había ganado en el Clásico RCN aquel año, pero era en su tierra y no en la de Fignon. Rafico Acevedo (5°), Pablo Wilches (9°), Alfonso Flórez (11°), Tomate Agudelo (17°) y Samy Cabrera (19°) hicieron que ese 16 de julio de 1984 fuese un día de gloria para Colombia y no solo para Lucho Herrera.