Marco Pantani atacando de lejos |
Todo es cuestión de gustos
Todos tenemos nuestros gustos personales en prácticamente todas las facetas de la vida. El ciclismo no es una excepción. La gran verdad es que a la mayoría de la gente el ciclismo le aburre y no le para bolas sino hasta que aparece un compatriota abriendo los noticieros. Pero aún quedamos algunos locos a los que nos apasiona. A unos les gustan los escaladores, a otros los clasicómanos, a otros los croners, a otros los embaladores, a otros los de su país... A unos les llaman la atención las grandes clásicas de un día, a otros las etapas que finalizan en alto, a otros las que finalizan en muro de grandes rampas, a otros las de alta montaña con muchos puertos, o las etapas nerviosas que esconden trampas y emboscadas, las de viento lateral, las que tienen pavés o adoquinado, las que discurren por tramos de carreteras destapadas osterrato, los descensos técnicos, etc.
Gilberto Simoni. Colle di Sampeyre, Giro '03 |
Hoy en día apenas quedan corredores que cumplan algunos de estos requisitos en el lote internacional. Ahora al parecer solo importa el tiempo de duración que puedan mantenerse moviendo los vatios máximos prefijados anteriormente en las pruebas físicas y que les van marcando sus potenciómetros. Y que obedecen sin rechistar las ordenes que les van indicando desde los carros de sus equipos a través de los pinganillos o radio-transmisores, cual robots dentro de un videojuego manejado por los directores deportivos.
Nos aburre este ciclismo. Los ciclistas actuales que ganan únicamente porque sus cualidades físicas son las mejores, que solo destacan en las cronos o los finales en alto, que desprecian todas las demás facetas y terrenos del ciclismo. Porque matan el espectáculo de lo que consideramos autentico ciclismo: el deataques desde lejos de meta, de estrategia y táctica, de corredores valientes e inteligentes que arriesgan para ganar, sin miedo a perder.
Ciclismo épico: el auténtico ciclismo
Paso di Gavia, Giro '88 |
Un ciclismo que desgraciadamente ahora solo vemos muy esporádicamente. Buen ejemplo de ello son las crónicas periodísticas de la etapa del Galibier del Tour 2011, o de la etapa de Fuente Dé en la Vuelta a España 2012, donde hablaban de “ciclismo de antaño” y “ciclismo de otras épocas” para referirse a lo acontecido en esas etapas.
Los ataques de Quintana en el Ventoux y Alpe d’Huez, de Nibali en el Angliru, o Urán en Montasio estuvieron muy bien. Pero no tienen nada que ver con la épica. Antes se atacaba prácticamente todos los días, por parte de muchísimos corredores. Unos días atacaban unos y al siguiente recibían la réplica de otros, con ataques, defensa y contra-ataques constantes. Sin miedos. La mayoría de las veces desde muchísimos kilómetros de distancia a meta. No importaba si la etapa era plana y de 250 kilómetros, o si era de alta montaña y quedaban 3, 4 o 5 puertazos hasta meta. Los vuelcos en la general individual eran muy habituales. Lo que convertía el seguimiento de las carreras en una bendita locura, día sí y día también.
Hasta los años 90 estos momentos de emoción duraban horas y horas de carrera por fracción, porque se atacaba lejísimos de meta en casi todas las etapas. Siempre podía saltar la sorpresa, no importaba en que terrenos: plano, descensos, puertos cortos o largos, etc. Unas veces salían bien, otras no. Pero esos ataques tienen gran parte de la culpa de la leyenda y la mitología de este deporte. Los avituallamientos por ejemplo eran zonas de alto riesgo; tenían tanto peligro como el Tourmalet, el Gavia o La Línea. Algo impensable hoy en día.
Evans y Vinokurov llegando a Montalcino |
Ahora para poder ver ciclismo auténtico debemos acudir internet y buscar en youtube o páginas especializadas de videos de ciclismo esas etapas o clásicas legendarias. O esperar a las grandes clásicas del norte de Europa de marzo y abril, el último reducto de lo que consideramos ciclismo y ciclistas de verdad; donde todos los años se pueden presenciar luchas encarnizadas en pruebas donde solo se vale cruzar de primero la meta.
Ciclismo moderno o ciclismo-control: un sucedáneo soporífero
Hoy los ciclistas ya no son vistos como héroes por el gran público. El ciclismo que nos toca padecer hoy en día ya apenas engancha nuevos aficionados. No atrae más audiencias que las de unos pocos incondicionales de este deporte. La culpa de ello es la falta de épica en las carreras.
Una sola es la esencia y el mal del ciclismo moderno: el conformismo. Conformismo buscado y solicitado por corredores y sobre todo directores deportivos. Buscan que nada pase en las carreras solo por su propia comodidad. Para no tener que pensar. Para no tener que arriesgar. Por eso piden a los organizadores que las etapas sean cada vez más cortas: para que puedan ejercer más fácil el control del lote. Y se quejan y protestan airadamente si ven que hay muchas dificultades que les puedan complicar la vida. Este ciclismo-control, solicitado por los directores deportivos y ciclistas, propiciado por los organizadores de carreras, y aceptado por el gran público que no ha conocido otro ciclismo diferente (o al que realmente no le interesa este deporte), es el que está matando el espectáculo del ciclismo auténtico.
US Postal, controlando |
A este “nuevo ciclismo” se le llama con toda la razón ciclismo-youtube, porque lo mejor de cada etapa entra en unos pocos minutos de video. Ahora el disfrute se centra en los movimientos en los últimos kilómetros de etapa (cuando los hay). No alcanzan en ningún momento la media hora de lucha por fracción. Y los periodistas tienen la poca vergüenza de engañarnos. Atacar a 2, 3 o 4 kilómetros de meta lo llaman “ciclismo épico”. Atacar bajo la pancarta del último kilometro es “de ciclistas valientes”. Esto es un insulto a la esencia de un deporte que siempre despertó admiración y reconocimiento.
Que un compatriota aparezca abriendo las noticias atrae mucho más público que el ciclismo en sí mismo. Después del boom mediático este público ocasional del ciclismo atraído por los colores de las banderas deja de seguir este deporte. Por lo menos hasta que otro compatriota aparezca en los medios de comunicación.
Muchos colombianos comenzamos a seguir el ciclismo en los años 80, con las victorias de etapas de Lucho Herrera y Fabio Parra en los Tours 84 y 85. Excelentes corredores los dos. “El jardinerito” uno de los mejores escaladores de todos los tiempos y Parra más completo y regular. Pero carecían de la valentía y el arrojo necesario para arriesgarlo todo en busca de la victoria, destrozar el lote y dinamitar las carreras sin esperar a la última ascensión de la jornada (como hacía Pantani siempre que la carretera se empinaba). Solo recordamos un ataque por asaltar la general de Lucho Herrera, arriesgando desde lejos de meta. Y otro ataque de Fabio Parra con toda la intención de ganar, que hubiera llegado a buen puerto si no estuviera merodeando por allí el mercenario Iván Ivanov.
Los ciclistas colombianos casi nunca han sido buenos descendedores ni rodadores. Por esto a los aficionados colombianos les gusta el ciclismo que se está imponiendo ahora en Europa de muchas llegadas en alto, con grandes rampas donde los livianos “escarabajos” pueden destacar y ganar.
Estas etapas con finales en altos o muros de grandes rampas (bautizado acertadamente como Wall-bike, un deporte diferente que viene a sustituir al ciclismo de toda la vida) seguro son muy emocionantes. Pero “matan” el resto de la etapa. No importa que recorrido previo se ponga. Porque todos los corredores importantes y equipos punteros adoptan como única táctica esperar a los metros finales de esas rampas por miedo a gastar sus fuerzas antes. Toda la estrategia de carrera, por parte de todos los equipos, se reduce a las únicas órdenes de “controlar, guardar fuerzas, aguantar y esperar”. Y el que tenga fuerzas atacar solo al final para intentar sacar una ventaja de unos pocos segundos. El resto se limita a esforzarse para no perder tiempo.
Con este ciclismo-control ya no son necesarias ni las tácticas de ataque ni la técnica ni la valentía ni la inteligencia ni la búsqueda del factor sorpresa. Todos estos factores, importantísimos en el ciclismo de antaño, y que lo hacían más entretenido y variado, son desechados sistemáticamente por ciclistas y directores deportivos. Tal y como está organizado el ciclismo moderno, ahora prima más conseguir un buen puesto que arriesgar para conseguir las victorias. Los puntos UCI son básicos para la subsistencia de los equipos y para la cotización de los corredores. Y esto lleva inevitablemente al conservadurismo. Para atacar hay que arriesgar. Y ahora apenas quedan corredores cuyo miedo a perder sea menor que su deseo de vencer. A nadie le interesa exponerse al fracaso porque puede tener consecuencias negativas ante la renovación de los contratos.
Claudio Chiapucci, ganando en Sestrières |
Definitivamente, ante la falta de épica actual, en el ciclismo profesional en ruta cualquier tiempo pasado fue mejor.