jueves, 13 de febrero de 2014

El ciclista: Un deportista abandonado a su suerte

(Por Albamo)

Los seres humanos, desde que tienen conciencia de serlo, han dado rienda suelta a la expresión de sus destrezas físicas. En un principio probablemente como una extensión del instinto de supervivencia, pues unas mejores condiciones le proporcionaban ventajas al momento de enfrentar a la naturaleza y a otros seres humanos en la lucha por sobrevivir. 

Registros arqueológicos que datan de más de 6000 años nos muestran que ya en antigua China se practicaban varias disciplinas deportivas, luego en Persia, Egipto y Grecia lo institucionalizaron como una expresión de su cultura que llegaría a su momento culmen con la creación de los Juegos Olímpicos en el 776 a. de C.

Durante más de 2000 años, la actividad deportiva fue aficionada, hasta que los cambios socioculturales y económicos fruto del desarrollo industrial trajeron en la segunda mitad del siglo XIX una revolución al deporte. La evolución de los medios de transporte, el aumento progresivo de la capacidad de consumo de la clase trabajadora y la explosión mediática convirtieron algo recreativo en un espectáculo de masas que empezó a generar grandes rendimientos económicos.

La masificación lo llevó a todos los estratos de la población y una enorme cantidad de jóvenes (la mayoría de extracción popular) llegaron a engrosar las filas de aspirantes que buscaban la gloria personal y de paso una reivindicación económica que pusiera fin a las penurias familiares, siendo este el primer paso a la profesionalización del deporte.

En el ciclismo la ambigüedad existente durante muchos años entre aficionados y profesionales fue eliminada en 1992, cuando la Union Ciclista Internacional fusionó a la FIAC y a la FIPC,(hasta ese momento los entes rectores del ciclismo amateur y rentado) dando como lógico resultado la formalización del ciclismo como profesión en todos sus niveles, reconociendo que la labor desempeñada por el pedalista a favor de un patrón debería tener una retribución económica al igual que cualquier otro trabajador.


Cochise, víctima de ambiguas normas sobre profesionalismo.

Un ciclista no es profesional por la etiqueta que le otorgue tal o cual organización, lo es porque es la opción de vida que eligió, merece el máximo respeto y la protección necesaria en un Estado de derecho.

La ley del deporte Colombiano y la normativa de la Federación Colombiana de Ciclismo no miran siquiera de reojo la guarda de los derechos de los ciclistas, estos en una gran mayoría se ven sometidos a toda clase de atropellos, sus derechos mínimos como trabajadores del deporte del pedal son menospreciados y burlados sin que exista un ente que se preocupe por su defensa. ¿Pero qué otra cosa podríamos esperar de este país, cuando Coldeportes -el rector máximo de la actividad física en Colombia- viola de manera flagrante todas las normas de carácter laboral incumpliendo de manera sistemática las obligaciones que tiene con sus deportistas trabajadores ? (Al momento de escribir estas líneas desconozco si a los ciclistas del Team Colombia le fueron pagados sus sueldos y prestaciones que se encontraban en mora)

Si esto sucede con en el equipo que maneja el mayor presupuesto en Colombia, ¿qué puede ocurrir en los equipos más modestos? Incumplimiento en los pagos, deficiente cobertura en seguridad medica y social, ausencia de un seguro de riesgos profesionales en una actividad con peligros por doquier, todo esto parece ser la norma. 

El Ciclismo, un deporte con grandes riesgos

¿A qué tiene derecho un ciclista en Colombia? ¿qué tipo de contrato lo vincula con su patrono?, ¿qué garantía tiene de que sus derechos sean respetados?, trataré de manera breve de absolver estos interrogantes:

1- Todo ciclista que participe en una competencia en representación de un patrón, empresa o marca comercial, tiene derecho al pago de un salario y todas las prestaciones legales como retribución de su labor, en las mismas condiciones que cualquier otro trabajador. 

2- El ciclista debería estar vinculado por medio de un contrato escrito siguiendo las recomendaciones de la UCI, pero en su ausencia, la legislación Colombiana contempla la existencia del contrato verbal de trabajo con las mismas garantías de su similar escrito.

3- Ante la inexistencia de un organismo que garantice, patrocine o lidere su defensa, el deportista puede recurrir ante los jueces del trabajo para que le sean reconocidos sus reclamos, pero no lo hacen porque existe un justo temor por las represalias a que se ven sometidos quienes se atreven a interponer estos recursos, pues ya ha hecho carrera en Colombia en las diferentes disciplinas deportiva, la existencia de un veto que les impide seguir adelante con su profesión a quienes osan tomar por este sendero. Además, la posibilidad de que los ciclistas se agremien en la búsqueda de la defensa de sus derechos es una opción difícil de emprender pues los diferentes intentos que se han hecho en otros deportes han concluido con grandes y sonados fracasos.

Esto nos deja un panorama desolador: los ciclistas tienen el derecho pero no existen mecanismos eficaces para hacerlo cumplir, se encuentran inermes ante el abuso a que son sometidos sin nadie que los pueda defender, solo pequeñas voces de respaldo provenientes de aficionados y periodistas independientes se alcanzan a escuchar entre la vorágine que conforman, entre el abandono por parte del Estado y sus instituciones, el inescrupuloso manejo de la entidad rectora del pedal y la mirada complaciente de la gran prensa, quienes unidos corren a su encuentro para posar en los triunfos y huyen despavoridos dándoles la espalda cuando su apoyo mas necesitan.