(Por Albamo)
A raíz de los triunfos de nuestros escarabajos en la década de los ochentas, los “estudiosos” descubrieron que buena parte del éxito, radicaba en que la sangre que circulaba por las venas de nuestros ciclistas estaba enriquecida por el oxigeno que le aportaba el entrenamiento a la altura de nuestras montañas. Se dieron cuenta que la mejor forma de hacerle contrapeso a nuestra geografía, era a través de una serie de fármacos que de manera artificial elevaba el número de glóbulos rojos, transportando más oxígeno a los músculos, retrasando la aparición del dolor y la fatiga, aumentando de manera importante el rendimiento del deportista.
Este conocimiento se esparció como reguero de pólvora, dichas substancias empezaron a ser utilizadas de forma masiva y casi institucional, nuestros ciclistas no fueron ajenos a dichas prácticas y la contratación de algunos de ellos por equipos europeos, fueron la puerta de entrada de obscuros personajes que calaron muy profundo dentro de nuestra sociedad ciclística.
Según algunos intérpretes, el libro de las revelaciones nos hablaba del Apocalipsis que pondría fin a este mundo al terminar la centuria pasada. El mundo no se acabó, y el siglo que atravesamos ha visto a toda clase de personajes hablando de este mal que ha penetrado hasta las raíces más profundas del deporte. La prensa, los ciclistas, y cualquier número de personas del mundo del pedal han aportado su grano de arena para dar a conocer los detalles de esta realidad que nos tiene horrorizados, pues jamás llegamos a imaginar hasta dónde se extenderían los largos brazos de esta mafia que ha puesto en serio riesgo la estabilidad del deporte.
El mundo se encontró con el siglo de las revelaciones, pero la realidad mágica ha hecho que Macondo sea inmune al virus de la verdad y el conocimiento. Colombia, al igual que el universo entero, ha sido testigo de lo ocurrido con Armstrong y compañía, es el pan de cada día, se habla, se analiza, hasta se entrevista a expertos del tema, al parecer todo ocurre mas allá de nuestras fronteras, porque lo que sucede de puertas para adentro esta sumergido en un mar de silencio del cual no emerge NADA.
El silencio de los pedalistas (aunque descorazonador) es explicable: son las victimas de siempre, se vieron forzados a utilizar estos recursos pues formaban parte de una élite que usaba y abusaba de estas prácticas nefastas, toleradas o patrocinadas por sus propios patrones. Pero su mutismo no es gratuito, desde muy jóvenes nuestros ciclistas se ven sometidos a toda clase de vejámenes, son explotados, se ven obligados a competir en unas condiciones que rayan en lo absurdo, muchos de ellos aguantando física hambre y obligados a callar so pena de que sus ilusiones sean cercenadas sin siquiera comenzar. No soy quién para juzgarlos, solo me cabe esperar que alguno de ellos, de los que conocieron de primera mano esta podredumbre, tire la primera piedra para derrumbar los muros de este castillo de naipes en el que gobierna la impunidad.
Sobre los demás miembros que forman parte de la carpa no puedo ser tan indulgente: un silencio cómplice se esparce por todas las esferas, muchos equipos dirigidos por técnicos de la vieja guardia se niegan a renunciar a utilizar estos métodos, pues les ha servido para mantenerse a través del tiempo usufructuando victorias injustas y pingües ganancias económicas.
La labor de la gran prensa no escapa a esta crítica, pues son ellos quienes tienen los medios para investigar y sacar a la luz pública este cáncer que carcome nuestro ciclismo, pero callan. La mayoría calla por ignorancia o indiferencia, pues el camino fácil siempre ha sido mas sencillo de transitar y no les interesa entablar batallas cuyos resultados no puedan calcular. Una minoría que hace y deshace con la complicidad de la federación ha dominado el panorama ciclístico de nuestro país, sus tentáculos son tan poderosos que abarcan todo su espectro. Todos saben de quiénes son, sus nombres son vox populi, quisiera identificarlos con todos sus apellidos, pero esto no es posible sin terminar en los estrados judiciales, por ello se impone la necesidad que los que pueden aportar las pruebas, denuncien, hablen, apoyen las voces independientes que buscan de una vez por siempre poner fin a todos sus desmanes, es el momento de que en Colombia el imperio del silencio deje de reinar.
ES LA HORA DE HABLAR.