(Por Carlos Duarte)
La rabia y la frustración me invaden al saber que cuatro ciclistas colombianos pudieran no participar en el próximo Giro de Italia que comienza en Irlanda –en donde se correrán las primeras etapas de la competencia–, porque los vasallos de la Reina Isabel II que trabajan en la embajada británica de Bogotá les negaron las visas para ellos. También me duele mi nacionalidad.
Con estas prevenciones deben tomarse las siguientes líneas en donde exploro con rabia y arrojo qué y quiénes podrían hacer algo en favor de que Arredondo, Rubiano, Pantano y Quintero corrieran la corsa rosa.
El primer interesado debe ser la misma organización. La extensión de la wild card al Team Colombia y el llevar la carrera italiana a tierras británicas responden al mismo objetivo: llevar al Giro de Italia más allá de sus fronteras históricas. Las trabajas de visado no hacen nada más que negar la mundialización del ciclismo: carreteras europeas, exclusivas para europeos. Así de sencillo.
No sé si RCS tenga conocimiento de la situación o si esté haciendo algo para que los nuestros puedan tomar la partida en Belfast. Se me hace que no. En efecto, los grandes carteles de Europa los ocupan ciclistas como Nairo Quintana o Rigoberto Urán, los cuatro desdichados no tanto. El gran comienzo de Arredondo en San Luís y en la Tirreno-Adriático, la buena regularidad de Pantano y el campeonato nacional de ruta de Rubiano hacen agua en una marejada de buenos ciclistas criollos. Que se busquen otros que sí puedan entrar, dirán los británicos. “Esos ciclistas, de segunda clase, pueden ser reemplazados, seguro que sí”.
Rigoberto Urán ha expresado la preocupación por la situación de sus compatriotas. Nairo Quintana como siempre poco dice, y eso que Pantano y Quintero fueron sus compañeros y gregarios en el Café de Colombia-Colombia es Pasión. El ciclismo es un deporte de equipo, poco podría logar un ciclista sin compañeros. Nairo le debe mucho de sus triunfos a ellos dos.
De ser ellos, yo sacaría un comunicado para anunciar que la participación en el Giro se supedita a que se conceda a todos los colombianos las respectivas visas para correr en el Giro de Italia, bajo la premisa de que no puede haber, bajo ninguna circunstancia, escarabajos de segunda clase. ¡Imagínense el Giro sin el mejor escalador del mundo y la plata olímpica de LONDRES 2012!
Tal vez mis exigencias a Urán y Quintana resulten excesivas. Pero hay cuestiones de nacionalidad –y la discriminación hacia Arredondo, Pantano, Quintero y Rubiano lo es– que deberían estar por encima de los compromisos laborales y comerciales.
A quienes sí se les pueden exigir hasta más allá del cansancio es a nuestros gobernantes, quienes siempre usufructúan los éxitos de los deportistas patrios. Y esa cercanía a veces resulta provechosa para los ciclistas. Por ejemplo, Martín Ramírez con su victoria en la Dauphiné Libéré en 1984 logró un subsidio del Fondo Nacional del Ahorro. Al año siguiente al ganar el Tour de l’Avenir le disparó a Belisario Betancur por la casa completa: hizo falta hacer unos cuantos comerciales para que pagara toda la deuda.
Envidié a Santos el día en que recibió a Nairo el año pasado: se sacó una foto con los colombianos Top 5 del Tour de Francia y con el primer colombiano que lo corrió.
Botero (4°/2002), Parra (3°/1988), Mejía (4°/1993), Quintana (2°/2013) y Cochise (1975). Foto tomada de El Universal |
Es Santos quien más puede hacer para eliminar las barreras que sustentan la exclusión. Pero se me hace que él más que nadie tiene en claro la existencia de una segunda clase de ciclistas, de esos que no atraen flases y sobre todo votos.
No me refiero a la Federación Colombiana de Ciclismo porque considero que no sirve para nada. Al día de hoy no se han pronunciado sobre el tema, y deberían ser los primeros en hacerlo