(Por Albamo)
Para los que padecemos esta enfermedad del ciclismo, el cruce de la meta de sentencia por parte de los corredores no es el final de la jornada: los foros y las redes sociales, como un imán, nos atraen a festejar los triunfos, a llorar las derrotas, y a discernir sobre lo humano y lo divino.
Esta Vuelta a Cataluña no tenia por qué ser la excepción, la nómina de corredores colombianos nos generó grandes expectativas, pero pronto las inclemencias del clima comenzaron a cobrar victimas dentro del pelotón ensañándose sobre varias de nuestras grandes figuras, (tan solo Nairo Quintana con sus dolencias físicas no totalmente resueltas lograba darnos algunas esperanzas) y las largas horas posteriores a cada etapa nos ocupaban de otros temas ajenos a las victorias.
En el mar de discusiones que normalmente se presentan, dos debates acapararon mi atención, personas cercanas a las redes y foros en que intervengo fueron los protagonistas, y a pesar de hacer de un par de tímidos comentarios y prometerme no intervenir, definitivamente no puedo ver los toros desde la barrera.
En el primero la fuente de la discordia giró entorno a la presencia de comentaristas colombianos en una de las cadenas deportivas mas importantes del mundo, para describir para toda Latinoamérica las incidencias de la Volta 2014. La reacción inicial fue de satisfacción (después del fiasco que hicieron los comentaristas argentinos en El Tour de San Luis, nada podría ser peor), y en efecto no lo ha sido, pero la afición colombiana es exigente, ha aprendido de ciclismo y ya no se conforma con narraciones como las que se realizaban en los tiempos del legendario Carlos Arturo Rueda. La gente no quiere poesía, ni las mil y una historias que los narradores de antes tenían que improvisar porque no estaban en la carretera y desde la meta tenían que llenar la mente del espectador.
El aficionado de hoy esta frente a la pantalla, es testigo de excepción de lo que ocurre en la carretera y quiere gente que conozca los ciclistas, que analice las carreras y les explique detalles mas allá de lo que se ve en la televisión, pero esto exige conocimiento y preparación, y desafortunadamente la evidente improvisación de nuestros comentaristas no colmó las expectativas.
El Trino de la discordia |
Un comentario en Twitter realizado por un miembro de este foro sobre la calidad de los narración de los periodistas colombianos generó una impensada reacción de un respetado y muy apreciado periodista. Quedé perplejo ante lo que tuve que leer: quizás una solidaridad de gremio o una larga amistad con uno de los discutidos periodistas lo impulsaron a descalificar a nuestro twittero (quien está haciendo sus pinitos en esto de la narración deportiva) tachándole su falta de recorrido y experiencia en los medios tradicionales de comunicación, y lo que mas triste me pareció, enrostrándole los pergaminos que le acompañan:
Parte de la Respuesta de Luis |
El segundo hecho ocurrió en nuestro foro: un compañero hizo un comentario en contra de algunos de los foreros que gozan de mayor prestigio, criticando la dureza con la que son tratados los ciclistas. Esto generó una reacción que me hizo recordar el episodio anterior: en diferentes tonos, desde el conciliador, el pedagógico y hasta el descalificador, aparecieron múltiples conceptos para hacer entrar en razón a aquel que se salió del molde por exponer argumentos que chocaban contra el parecer de la mayoría de los miembros de la comunidad foral.
Estos episodios me llevan a la reflexión. Aunque públicamente digamos lo contrario, todos nos creemos poseedores de la verdad. Como ocurre en el fútbol, dentro de cada uno de nosotros hay un técnico y en la comunidad del ciclismo esto se hace más evidente: los periodistas y los que utilizamos estas modernas herramientas que la tecnología ha puesto a nuestra disposición pretendemos hacer valer nuestros conceptos y nos falta humildad para reconocer que la verdad no es absoluta, que se encuentra dispersa y al alcance de todos, que corren tiempos distintos y los criterios de unos y otros, aunque opuestos, pueden ser igualmente válidos.
Estas líneas pueden crear más de una roncha y pecar de todo lo expuesto al incluir en ellas juicios de valor, pero son una invitación a bajar los decibeles en la confrontación, a desmitificar los conceptos, a reconocer nuestras limitaciones y a aceptar que no somos los poseedores de la verdad.